martes, enero 25, 2011

Hay días


Hay días en los que pierdo la sana costumbre que es vivir,
en los que me acuesto con la alegría
y, abrazada, descansando su cabeza sobre mi pecho,
amanece conmigo esa sensación de haberlo perdido todo.

Y me levanto y ruego a Dios
que sobre los mares no impere la zozobra,
que sobre mi cabeza no pulule la angustia,
que entre mis manos no tema abrigar la esperanza
de que la alegría se encuentre a unas pocas cuadras de mí.

Y desayuno y me pregunto
cómo es que hoy he amanecido
con la tonelada de ansiedad sobre mi espalda,
que amarga esta media vida más que el café
que llevo, ingenuo, a mi boca.

Hay días en los que el vacío deja de ser normal,
en los que, por suerte, me doy cuenta
que no te has ido parasiempre,
días en los que recuerdo que andas por ahí,
en otra habitación de la casa, de viaje
o acaso sólo paseando tu belleza por los parques;
que me doy cuenta que en mi vida eres y existes
y que, por fortuna, estás conmigo.

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